viernes, 7 de marzo de 2008

RACCONTO_En las penunmbras del pensamiento_la soledad

¿Como hicieron los cactus para llegar a ser los intachables del desierto?

Pues facil, solo aprendiendo a usar tijeras, aprendiendo a cortar papelitos en cuadritos, sentados en escaleras maltrechas, escaleras volcadas en el ultimo horizonte, alla donde gritan veloces las particulas primitivas, las mas internas. Asi, de a poco consultaban el actuar de sus mayores, los vastagos observan como silvan las espinas, como estas taladran inmoviles el viento, como falica se alza la parentela contra el cielo desierto, y mientras observan inquietos los hijuelos intentan reproducir en vano la belleza certera, excelsa e implacable que se agita como pequeñitas gotas rojas en la punta de los abrojos mas altos, esos que empalidecen las cabelleras. De esta forma aprehenden belleza los pequeños cactus desde la pueril desventura llamada infancia, los vapores mas dulces de lo grandioso nutren sus pieles verdes pelusamente aguijoneadas, en un inicio solo trituran el papel en tanto silenciosos observan la destreza con la que el cactus mayor corta papelitos, !PRODIGIO DE HERRAMIENTAS¡ Gritan aullentando la calma de los coleopteros, que asi como otros habitantes del plano moteado no comprenden la belleza creadora de las manos de un viejo cactus florido. En tanto las manitos regordetas de los crios aprietan el papel hasta que este se estresa y cede, y las tijeras mal sostenidas se desparraman entre los dedos y la torpeza del principiante, pero aun asi, los mas crecidos orientan con sus cabezas inclinadas, estiran sus brazos falsiformes e introducen sus dedos en el caos de inexperiencia que sostienen entre las manos los ignorantes, sustentan cariñosos, hospedan en su pecho la enseñanza sacrificada, esa que reproduce la mayor atencion y que termina en la satisfaccion mas fatigada. El cactus adulto que navega cada dia en la incertidumbre de la labranza, desde que el sol eclipsa con las primeras espinas, hasta que los cerros son solo un vaiven sostenido de la marea terrestre con el telon estrellado; se aferra con toda su superficie, su peso y sus ideas a la amplitud del concepto de fe, solo creyendo en la cosecha gloriosa que surtira mañana de egos rotos y envidias insanas que entregan ese movimiento dialectico necesario a las sabanas de la cuna del sol.
Ya mañana seran la gloria resucitada, entonces romperan alzados el desierto descolorido, esa tragedia plana que coloca seres como puntos infinitos, aleatorios, y que solo el vegetal superior domina, con espanto y misericordia traza imponente sus ideales sobre la mediocridad de las criaturas, los co-habitantes que adornan de grandeza de los edificios complejos que crecen y se fecundan, espinudos y fatales. Los cactus nacen en el contraste de las auroras y se despliegan implacables unos a otros cada dia, cada mañana certera, cada noche de ruidos. Los cactus jamas descepcionan al mundo. Los cactus son el paraiso resucitado.

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