jueves, 29 de noviembre de 2007







Como si todos tuvieran la razon de pronto, iniciaron sus busquedas, y aunque fueran tontas y aburridas yo los acompañe en sus hazañas. Me dijeron que buscara con ellos y sus narices epitaxicas, si, me convencieron de mala manera como siempre, a punta de cosas feas, que no significan nada. El lugar era amplio, y por segundos pense que no habia nada que buscar: !ahh¡ todo era tan plano y amarillo, que me aburri muy pronto. Como para que se hagan una idea de donde estuve mis queridos camaradas; este era un desierto que amarillo e inoloro no invitaba ni ha ser observado, mucho menos traginado, era un desierto ciego y manco, finalmente abandonado a la inercia de quienes lo transiten. Uno parado al centro de tal espectaculo crepusculo, daba la ilusion de estar sobre un gran disco amarillado por la luz sin fuente ni final que goteaba del cielo. Los centenarios que solo estuve; en metamorfosis acabaron, fue horrible y doloroso, mis manos, si, mis manos que eran largas y escamosas, de pronto se hicieron rosas y cortas, y mis pies, si , mis pies que antes eran muños hermosos, merecedores de toda gloria estetica, evaginaron en cinco protuberancias, donde cada una intentaba robar espacio y vida a la siguiente. Me volvi irreconocible a mis poseciones, por eso me quede aun mas solo. Entonces desee matar con la ira que nunca agrego a mis practicas, atrapar en una trampa con dientes a los señores epitaxicos, los busque entre la nada del desierto que empece a creer fabulosos por sus efectos en mi. Corri desbaratando las aguas del silencio, con gritos que solo toman valor en las guerras, mis nuevas carnes agitadas, transpiradas, se batian paranoicas, en cada caida a un nuevo infinito. Y cai, uno tras otro vacio cai, y cai y cai....
De pronto, cuando ya empezaba a enceguecer con tanta oscuridad, logre divisar formas tristes en una esquina del desierto, eran mis viejos amigos, que lloraban, y empezaban a causar pena en mi corazon cansado, me acerque a ellos consultando la causa de sus lagrimas y respondieron desordenados: " la leche se corto antes de que la hallaramos". Yo empece a reir por su desgracia y a llorar por la de la leche, que quieta, paralizada a la mitad de un grito, miraba un punto infinito en el cielo, con la cara rota.

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